19 febrero 2014

José Mujica o lo que nos cuenta el Protocolo.



José Mujica para quien no lo conozca es el actual presidente de Uruguay y ha sido considerado “el presidente más pobre del mundo”.

Gusta buena parte del periodismo de adornar las noticias con palabras que a veces no entiende y tacha con injusticia desmedida aquello que no gusta en comprender.

El sábado en la noche temática hablaron sobre los corresponsales de guerra y un antiguo corresponsal norteamericano decía que la única guerra que se conto libremente, ya instaurados todos los sistemas del Mass Media fue la de Vietnam. La repercusión de esa información tan libre fue tan grande, que los poderes bien se han cuidado de que no vuelva a ocurrir.

Parece que hablo de cosas diferentes pero veréis como no.

Hay una especie de modo estipulado por la sociedad en la forma en la que debemos ver ciertas cosas. Yo la llamo el Protocolo.  Este Protocolo nos dice como debemos ver un presidente, como debemos ver una guerra, como debemos ver una vida. Es un orden establecido y marcado, ha sido pasado de generación en generación durante años, tal vez siglos, como un cuento muy bien aprendido y que sin querer marca las directrices de nuestras vidas y de lo que pensamos del mundo.

Los presidentes han de parecer casi reyes a falta de monarquía para aquellos países que no carguen con ella. Ser presidente incluye una casa muy grande, muchos coches oficiales, muchas cosas, muchos trajes, mucho carisma mediático, etc.…

Y cuando aparece algo diferente, un “presidente pobre”, algo se retuerce en el espectador y el electorado. Podrían usar otro concepto menos peyorativo, un “presidente austero”, ¿Por qué pobre entonces? ¿Acaso no ha sido elegido por su país democráticamente? ¿No tiene derecho a estar donde esta solo porque no haga alarde de su poder?

Yo creo que hay algo más interesante detrás. La vergüenza. Que medio mundo declare públicamente que el presidente de otro país es pobre, señala con el dedo al inconsciente colectivo de países como Sudamérica o del sur de Europa mismamente que han cargado durante siglos con el apelativo de “pobres” e “inferiores”. Apuntan a su vergüenza heredada.


Si yo tuviera un presidente como Mujica, un presidente “pobre”, un presidente que aboga por los derechos de la libre elección de su pueblo tanto en temas como el aborto, la prostitución o la marihuana, un presidente que confía en la inteligencia de sus ciudadanos para hacer la elección correcta siempre desde la elección personal, no me sentiría pobre. Me sentiría liberada, me sentiría afianzada en mis convicciones de que el hombre puede hacer lo correcto, de que no todo está perdido. 

Todos podríamos ser el “presidente” que el Protocolo nos enseña con un buen traje y los titulares adecuados. ¿Pero queremos de verdad el presidente del Protocolo?


Silvia Piquer.

14 febrero 2014

Peor....IMPOSIBLE.

Antes de comenzar, quisiera disculparme por la ausencia este tiempo. Volveré todos
los viernes, con más ganas.

Llevamos casi mes y medio del nuevo año y la situación cae en picado, Blesa en la calle, el Juez Silva suspendido, los preferentistas sin su dinero y multados por protestar, huelguistas apaleados, como hemos visto de cualquier edad, barrios que se levantan en contra de sus Ayuntamientos, el paro sigue subiendo, 

España encabeza la lista de los países más corruptos de la U.E., sólo por detrás de dos países, hambre,
 pobreza y para colmo de males el señor Gallardón decide sobre una cuestión tan personal como es el aborto, ahora no se va a poder abortar en este país, se volverá a la época franquista, las ricas a Londres y las pobres a comprar perejil. Creo que en mi pequeño resumen no me dejo nada…

Me gustaría que empezaramos a reflexionar profundamente, no podemos seguir así, hemos llegado a un punto en el cual tener trabajo no nos saca de la pobreza, todo sube,agua, gas y luz …cada vez hay más personas, en lo que ahora se llama,  con pobreza energética, personas que aunque trabajen o cobren sus pensiones no pueden calentarse en sus hogares, eso es un drama del que no estamos ninguno exento. 

Este va a ser un duro año, hay que luchar, salir a la calle, la patronal esta pidiendo al Gobierno pagar menos por nuestras cotizaciones, acabaremos por trabajar gratis, o mejor aún, paguemos por trabajar… Y, lo peor de todo que lo aceptamos, pasamos por el aro sin rechistar. Las cosas las mejoramos si luchamos por nuestros derechos, podemos volver hacerlo, podemos y debemos hacerlo.

Antes de acabar, quisiera mandarle un fuerte abrazo a mi hermano. Mucho ánimo!!!.



12 febrero 2014

El espacio público es mio.

No hablo del espacio exterior que bastante tenemos con organizar lo que tenemos aquí como para ponernos a pensar en otros mundos. Hace un tiempo leí en un periódico que la mayoría de ayuntamientos de ciudades grandes alquilaba edificios privados para alojar diferentes sedes de sus “equipos varios” o lo que a mí me gusta en llamar “donde mete Botella a todos sus asesores que son muchos y bien cobrados”.

Hablemos por otro lado de un concepto en auge en estos tiempos de nuevas tecnologías, el “coworking” que muchos conoceréis. Dentro de este concepto de trabajo llama la atención el uso compartido del espacio de trabajo por diversos profesionales. Más barato y sostenible que una oficina para ti solo.

Ahora hagamos un mix con lo expuesto.

Mucho me extraña a mi (pero me puedo equivocar) que nuestros queridos políticos, sobre todo aquellos que pasan sus jornadas laborales en el Congreso  (o el Senado), necesiten tantísimo espacio para sus elucubraciones, pues me da a mí que pasan más tiempo perdiendoIpads, tomándose cafelillos y copas a buen precio en la cafetería y en esa sala de reuniones tan grande ( y con agujeros de bala y tó ) y molona haciendo lo que sea que hagan. ¿Alguien me quiere explicar para que tanto despacho individual? Con una sala bien puesta por partido para que enchufen sus Ipad y el móvil tienen más que suficiente. Cada uno tiene un horario, muchas visitas, mucho juergueo, vamos que no necesitan más. Raro sería que coincidieran todos, bueno a lo mejor en alguna crisis de partido de estas que en realidad no existen pero todos vemos.  Salas grandes para reuniones, por si les hace falta, bajo horario como las de las bibliotecas.

Ganamos espacio, lo que se deriva en aprovechar espacios públicos que se pueden transformar en un millón de cosas para la ciudadanía: salas culturales, laboratorios de experimentación (esto es utópico pero bonito) en todos los ámbitos, bibliotecas, espacios para los desfavorecidos, escuelas mejores en algún que otro caso, etc.…

El espacio público en cualquiera de sus supuestos debería ser usado desde una perspectiva mucho más responsable porque es obligación de los gobernantes que sea así, y del pueblo, ósea nosotros exigirlo. Miles de descampados que podían ser huertos comunitarios, o espacios verdes que buena falta nos hace, lugares de convivencia para el ciudadano.

No solo de casas vive el hombre eso debería de habernos quedado claro pero parece que no aprendemos. 

El espacio público es de todos. Es nuestro.

Botella y otros tantos como ella, no necesitan la planta de un edificio para ellos solos, ni un despacho gigante que no usan. Todo eso es espacio público que pagamos nosotros y que ellos se adueñan de él como si fueran reyes medievales en sus sendos castillos.

No al espacio público privatizado. Espacio público para todos.



Silvia Piquer.


05 febrero 2014

El truco del reloj.



El primer reloj que me regalaron fue con siete años. Era muy pequeño y de un blanco impoluto, acuático, no me lo quite hasta que se deshizo la correa del uso. Desde entonces lleve  reloj a temporadas pero descubrí muy pronto que mi tendencia al control del tiempo se desarrollaba de manera casi obsesiva.

Si llevo reloj lo miro constantemente, es como un tic que me gana la partida, lo hago inconscientemente, como ajustar mis gafas a la nariz con un pulsar de mi dedo.

Empecé a darme cuenta que no me gustaba controlar tanto mi tiempo que siempre parecía fluir muy rápido y comencé a quitarme el reloj en cuanto salía de trabajar. Aún así llegaba extremadamente puntual a los sitios (herencia materna).

Cuando me vine a vivir a Madrid deje de quitarme el reloj tanto, parecía que lo necesitara más. Me deje llevar por el fluir de la vorágine de la constante prisa en esta ciudad. Aunque siempre me jure que no correría para coger un metro  lo hago constantemente, ahora menos porque voy andando siempre que puedo.

Hace un tiempo que ya solo me quito el reloj cuando estoy de vacaciones y a veces ni eso.

El sábado volví a mis viejas costumbres, antes de irme a dormir me quite el reloj.  Un domingo sin reloj, dejándome llevar por el momento si es bueno sin pensar que es tarde o temprano, comer cuando tengo hambre no ahora porque es la hora. Disfrutar todo lo que pueda del tiempo sin pensar en él como esas pequeñas porciones invisibles que cuadriculan y dirigen mi vida durante la semana.

Huir del tiempo es casi imposible, el ordenador tiene reloj, el móvil ,la tele, en todas partes hay un reloj, un tic tac constante, ese sonido implacable que nos marcan los ritmos de nuestra vida ya bastante marcada por constantes que nos han impuesto y hemos aceptado inconscientemente.


Pero no perdemos nada con intentarlo.

Silvia Piquer.