10 abril 2014

El conflicto del maniquí.






Bienvenida primavera, bienvenida dieta.

Esta es la realidad de mucha gente. También es la realidad que nos venden. Ahora es el momento de cuidarte, la operación bikini, etc.…

Hablando con una compañera del trabajo me contaba que si seguía sin ir al gimnasio, luego se sentiría culpable cuando se pusiera el bañador. La verdad es que mi compañera está bastante delgada pero me cuenta sin reparo que algunas noches no cena y tiende a sentirse culpable si una noche “se pasa”.

La comida y todo lo que deriva de ella en esta sociedad del consumo tiende a convertirse en un tema delicado en muchos aspectos. La obesidad o la bulimia son enfermedades asociadas a esta realidad en la que vivimos y aunque somos totalmente consciente de ellas no las vemos si no nos afectan directamente.

Todo es consumo esa es la única verdad. La obesidad deriva de un consumo superior al que necesita nuestro cuerpo para el limitado movimiento que ejerce a día de hoy, y la bulimia a su vez es el derivado del consumo que se hace de un modelo de cuerpo.

Y entonces es cuando alguien hace la pregunta ¿de quién es la culpa? Es de las modelos, de la televisión, de la comida basura, de la sociedad. Siempre es de la sociedad.

Pues queridos amigos os voy a contar una obviedad: nosotros somos la sociedad. Así que si, la culpa es nuestra. Ahora nuestra labor principal es asumir nuestra responsabilidad, querernos.

Muchos consideraran que yo no debería de meterme en este berenjenal pues tengo una suerte de factores genéticos que me permiten comer a destajo y no engordar y solo he hecho una vez dieta y aguante seis horas. Pero de lo que nadie se acuerda cuando me miran es el hecho de que yo trabajo seis horas diarias de pie, arrastro cajas con mercancía, me subo a escaleras con peso, voy andando a trabajar y vuelto (tardo en total casi dos horas), vivo en un cuarto sin ascensor, etc.…

Para más inri mi trabajo está relacionado con la ropa y eso podría llevarme a sentirme fatal viendo todo el rato a modelos con cuerpos estupendos y con ropa carísima que les queda estupenda. Pero yo, como persona responsable que soy, no tengo ningún problema en decirle a mis clientas que las fotos del catalogo están retocadas, que ese vestido le queda así a la modelo porque ha sido adaptado con alfileres por detrás para que en la foto quede estupendo y que yo, por la forma que tiene mi cuerpo hay ropa que no puedo llevar. Si yo que tengo una talla 38-40 hay cosas que no me puedo poner y NO ME MUERO.

Yo no soy psicóloga ni me las doy, hago este post porque quiero señalar una relación que se obvia y es la de que ciertas enfermedades actuales provienen del modelo de sociedad en el que vivimos. Todo es directamente proporcional al mundo que hemos creado.

La comida ahora también es un modelo de consumo, y somos gulas andantes que tiran al año cantidades de comida con las que podría salir de la pobreza el tercer mundo. Pero seguimos ahí, como si no pasara nada. Como si el mundo fuera infinito y no le afectara todo lo que le hacemos. Y como si eso no nos afectara a nosotros.

Ahora está de moda cuidarse, y es verdad tenemos que hacerlo, pero tenemos que hacerlo porque nuestro cuerpo es lo que nos lleva, somos nuestro cuerpo. Tenemos que movernos porque estamos diseñados para ello, para eso sirven las articulaciones. Tenemos que comer para vivir y punto. El mundo es perecedero y la sobrealimentación nos está llevando a cagarnos el mundo en la mitad de tiempo.

Mi cuerpo no es un puto escaparate, no tengo porque no tener arrugas, ni celulitis, porque son síntomas naturales de lo que soy, un ser humano.

Sudo cuando corro y lo siento, pero huele. También me salen granos en la cara, y mis tetas no están a la misma altura que cuando tenía 16 años, pero es que tengo 29.

Y yo este año me pienso poner un bikini como todos los años, y la gente me vera la celulitis, las estrías, las varices y lo que quieran.  Y lo llevo porque me da la real gana, no porque pueda o no.


Operación bikini, vete a la mierda.

Silvia Piquer.

08 abril 2014

Consumidos.




A veces la televisión tiene momentos pequeños de lucidez y enseña algo que en principio parece escapársenos. Algo que escondemos debajo de la cama.

En este caso una tarde de domingo me sorprendió el encontrarme con un programa que analiza una de las realidades más escondidas de nuestra sociedad: el pre-síndrome de Diógenes.

Todos sabemos lo que es el síndrome de Diógenes y lo asociamos a gente mayor que acumula basura en su casa, pero el PRE síndrome de Diógenes (esta acepción es mía) lo padece todo aquel vinculado con la sociedad consumista, es decir, todos nosotros en algún aspecto.

En concreto este programa habla de familias americanas que viven sepultadas casi literalmente por sus pertenencias. Precisamente como hablamos de familias americanas y la tendencia en ese país son casas gigantes, os podéis hacer una idea de los niveles de esta acumulación que convierte casas en auténticos almacenes.

Casi siempre se esconde detrás de este apego enfermizo a las cosas/trastos, pérdidas no aceptadas, traumas infantiles, miedo, mucho miedo. Como ya dije en otro post parte del sistema de la compra compulsiva es la de tapar una ansiedad, porque los objetos se convierten en una barrera que nos protege de quien sabe que.

Luego está el tema de las herencias, las cosas que nos recuerdan a alguien, etc...Todo asociado a objetos que inundan nuestra vida y nos impiden avanzar de una manera u otra.
Podemos verlo como algo externo pero si este programa se hiciera en este país encontraríamos miles de ejemplos de familias que viven de esta manera.

Para empezar este tipo de vida tiene un gasto energético altísimo, provoca en la mayoría de los casos problemas del sueño,  estrés y ansiedad. Y bastante adicción a las nuevas tecnologías que se convierten en una salida a una realidad que supera a las personas que la viven y que no saben cómo empezar a cambiar.
¿En qué momento se convirtió en una profesión “ordenar” la vida de otras personas?

Hazte unas preguntas:
1    
1 1. ¿Cuánto tardas en hacer un cambio de armario? De invierno a verano, por ejemplo, si tardas más de una mañana, tienes un problema.
2
.  2.¿Cuántas cajas de almacenaje tienes escondidas en casa? ¿Sabes lo que hay en cada una de ellas? ¿Estás totalmente seguro? Te apuesto 8 contra 10 a que en la mayoría de los casos si no las abres no tienes ni idea de lo que hay. Tienes un problema.
      
      3.¿Guardas tus apuntes del instituto y la universidad? ¿EN SERIO? Tienes un problema.

      4.¿Cuántas libretas tienes en blanco? Cinco, seis. Tienes otro problema.

      5.¿Cuántas veces te has dicho a ti mismo “por si acaso” como excusa para guardar algo? Otro problema a la cola.

Seguro que has contestado que si a más de una de estas preguntas, así que definitivamente tienes síntomas del síndrome Pre Diógenes.

Soluciónalo o cómprate un almacén de mercancías en vez de una casa.

Silvia Piquer.