José Mujica para quien no lo conozca es el actual presidente
de Uruguay y ha sido considerado “el presidente más pobre del mundo”.
Gusta buena parte del periodismo de adornar las noticias con
palabras que a veces no entiende y tacha con injusticia desmedida aquello que
no gusta en comprender.
El sábado en la noche temática hablaron sobre los
corresponsales de guerra y un antiguo corresponsal norteamericano decía que la
única guerra que se conto libremente, ya instaurados todos los sistemas del Mass
Media fue la de Vietnam. La repercusión de esa información tan libre fue tan
grande, que los poderes bien se han cuidado de que no vuelva a ocurrir.
Parece que hablo de cosas diferentes pero veréis como no.
Hay una especie de modo estipulado por la sociedad en la
forma en la que debemos ver ciertas cosas. Yo la llamo el Protocolo. Este Protocolo nos dice como debemos ver un
presidente, como debemos ver una guerra, como debemos ver una vida. Es un orden
establecido y marcado, ha sido pasado de generación en generación durante años,
tal vez siglos, como un cuento muy bien aprendido y que sin querer marca las
directrices de nuestras vidas y de lo que pensamos del mundo.
Los presidentes han de parecer casi reyes a falta de monarquía
para aquellos países que no carguen con ella. Ser presidente incluye una casa
muy grande, muchos coches oficiales, muchas cosas, muchos trajes, mucho carisma
mediático, etc.…
Y cuando aparece algo diferente, un “presidente pobre”, algo
se retuerce en el espectador y el electorado. Podrían usar otro concepto menos
peyorativo, un “presidente austero”, ¿Por qué pobre entonces? ¿Acaso no ha sido
elegido por su país democráticamente? ¿No tiene derecho a estar donde esta solo
porque no haga alarde de su poder?
Yo creo que hay algo más interesante detrás. La vergüenza.
Que medio mundo declare públicamente que el presidente de otro país es pobre,
señala con el dedo al inconsciente colectivo de países como Sudamérica o del
sur de Europa mismamente que han cargado durante siglos con el apelativo de “pobres”
e “inferiores”. Apuntan a su vergüenza heredada.
Si yo tuviera un presidente como Mujica, un presidente “pobre”,
un presidente que aboga por los derechos de la libre elección de su pueblo
tanto en temas como el aborto, la prostitución o la marihuana, un presidente
que confía en la inteligencia de sus ciudadanos para hacer la elección correcta
siempre desde la elección personal, no me sentiría pobre. Me sentiría liberada,
me sentiría afianzada en mis convicciones de que el hombre puede hacer lo
correcto, de que no todo está perdido.
Todos podríamos ser el “presidente” que
el Protocolo nos enseña con un buen traje y los titulares adecuados. ¿Pero
queremos de verdad el presidente del Protocolo?
Silvia Piquer.